Organizar las vajillas y los utensilios de cocina pueden llegar a ser todo un arte,
o cuanto menos una delicia para los ojos del espectador.
Recuerdo la alacena de casa de la abuela. Estaba en una de las esquinas de la cocina y allí guardaba ella todos sus tesoros: Las vajillas heredadas, los vasos de cristal, los viejos cubiertos que siempre se resistió a tirar, las joyas pulidas con sus propias manos, olvidadas en el fondo de una taza de café descantada. Los tarros de conservas que durante todo el verano iba haciendo primorosamente, casi con deleite, uno a uno, y que envolvía cuidadosamente en recortes de periódico cuando, al terminar las vacaciones, volvíamos a casa.
Todavía parece que la oigo, mandándome a la alacena a buscar las rosquillas para la merienda, y es entonces, en esos momentos, cuando casi vuelvo a notar en el aire el aroma del anís.
Con tu relato y las fotos pude imaginarme lo que sería esa alacena de tu abuela y entiendo qué lindos recuerdos y qué bellas evocaciones te traen. Lindas imágenes como siempre :)
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