Algunas situaciones propician el placer que se haya en el hecho de vivir algo en común y compartir la mesa, una conversación o un viaje son quizá algunas de las mejores
Somos seres sociables y es esa corriente que se genera al tratarnos, al convivir y sobre todo al compartir conocimientos, riquezas, vivencias, favores....la que hace que todo circule y se vaya redistribuyendo de una forma que, casi mágicamente, tiende al equilibrio.
Nuestra propia casa puede ser un escenario apropiado para compartir. Hay algo muy hermoso en acoger a otros, cocinar para ellos y cuidarlos para que se sientan a gusto. Tanto como en adoptar el papel de invitado y permitir esos cuidados sin oponer resistencia. Porque la entrega del anfitrión sólo tiene sentido en tanto que los invitados la reciben.
Igualmente, en celebraciones donde cada uno aporta algo, se genera también esa atmósfera de acercamiento, puesto que los participan se ven implicados y forman parte evidente de un mismo todo.
Los antiguos griegos, que hicieron de la hospitalidad una de sus divisa, utilizaban el término eranos para designar especificamente a esas comidas frugales en común, celebraciones compartidas a las que cada uno contribuía con una parte. Tal vez ese sea uno de los secretos de la vida: la suma constructiva de las aportaciones de todas las personas es la que hace posible alcanzar mucho logros .
Los viajes producen igualmente encuentros de una rara intensidad. Los paisajes pueden ser muy bellos, las culturas muy interesantes, pero casi siempre, en nuestros recuerdos, lo que cuenta es con quién estuvimos. Nos importan las personas: las que viajaban con nosotros, las que conocimos, las que nos ayudaron espontáneamente...porque lejos de la rutina y del hogar somos más receptivos
A veces nos olvidamos de que podemos relacionarnos con otros, aunque sean extraños, extranjeros o de diferentes culturas porque a todos nos une un sustrato humano común, más allá de las diferencias secundarias. Acercarse a los demás desde esa perspectiva, con una actitud confiada, facilita el intercambio y la comunicación. El miedo y la inseguridad están hasta tal punto arraigados en nuestro interior, que creemos que si nos exponemos demasiado a los demás les estamos propiciando información valiosa para invadir nuestro espacio, controlarnos y hacernos daño. Preferimos acotar más y más parcelas de intimidad para alejarnos de esa vulnerabilidad, olvidando todo lo bueno que nos ofrece el compartir nuestras vidas con los demás. Vale la pena superar esos miedos, abandonar antiguos perjuicios y hacer un pequeño esfuerzo para lograr sorpresas, descubrimientos y vivencias que nos transformarán porque abriendo nuestras puertas cambiamos nuestra vida.
"El encuentro entre dos personalidades es como el contacto entre dos sustancias químicas; sí hay alguna reacción, ambas se transforman"
Carl Jung
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