CADA DIA OFRECE SOLUCIONES INSOSPECHADAS Y MOMENTOS PARA EL ASOMBRO Y LA RENOVACIÓN
Dar lugar a la improvisación, a las respuestas espontáneas ante situaciones cotidianas, es un modo de mantener activa la creatividad que todos llevamos dentro, aunque sea bajo las hondas capas de la rutina. Cada día es un inmenso campo de probabilidades para ejercitar esta certeza renovable.
Podemos compararlo con el proceso de construcción de una casa. Una cosa es tener los planos en la cabeza, visualizar con la mente y ver como eso se hace realidad. Otra ver como, al intentar llevar ese plan a lo concreto, la misma experiencia obliga a realizar cambios sobre la marcha. Ahí es donde entra en juego el dialogo con el mundo, adecuándose a las circunstancias.
Viene a ser como la vida, creemos tener un objetivo, una trayectoria, y de repente aparecen cosas que la cambian, que nos obligan a reaccionar, a sacar lo mejor de la situación, sea a partir de un error, o de un acierto inesperado. Eso ayuda a abrirse, a aceptar que no todo depende de nosotros, a corregir, a encontrar propuestas que no coincidan con el plan inicial. Puede aplicarse el mismo concepto a la rutina diaria: tenemos un ritmo, un programa, pero aparecen variaciones, que pueden irritarnos, pero también aportarnos vivencias más interesantes si seguimos ese hilo con curiosidad y apertura.
Dar espacio a lo inesperado, improvisando en función de lo vivido, es un modo de despertar las potencias creativas que sólo necesitan un resquicio para manifestarse. Con ese factor inesperado, a veces sutil y a veces evidente, el balance puede resultar mucho más positivo de lo que la mente racional espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario